En esta conmovedora autobiografía, Horst Schmidt narra su experiencia como objetor de conciencia en la Alemania nazi. Debido a sus convicciones como testigo de Jehová se negó a unirse al ejército de Hitler. Por esa razón, fue perseguido y acosado por la Gestapo. Conoció a Hermine, su futura esposa, en Dánzig, mientras viajaba clandestinamente con publicaciones proscritas. Ambos fueron arrestados. A Hermine la enviaron a un campo de concentración, mientras que Horst fue condenado a muerte por la Corte del Pueblo, el tribunal supremo del régimen.
La mayoría de los que se negaron a servir en el ejército nazi eran testigos de Jehová. Tras la guerra, la nueva República Federal de Alemania incluyó en su Constitución el derecho a la objeción de conciencia, en gran medida gracias al ejemplo de esos cristianos. Los testigos de Jehová objetores durante el Tercer Reich no eran, ni se consideraban, precursores de ningún movimiento pacifista. Simplemente, como cristianos, les resultaba impensable utilizar las armas contra otros seres humanos. En este aspecto se diferenciaron de la mayor parte de la población alemana.